El 3 de enero me hicieron las pruebas del primer trimestre,
todo iba bien.
El 7 de Enero empecé a sentirme no muy bien. Esta
irritada, sensible, no podía comer nada que no fuera fruta y casi no podía
dormir. El 9 de enero me desperté angustiada debido a una terrible pesadilla en
la cual nuestro bebé nacía sin vida… ya no pude volver a dormir y el malestar
general continuaba. Mi marido se levantó temprano esa mañana para llevar a su
madre al una consulta médica y me dijo que seguro eran las hormonas y que
intentara volver a dormir. Al mediodía empecé a tener pinchazos en la zona
del ombligo y la ingle y cómo no podía quedarme sentada en casa salí a caminar
con Bilbo (mi perro).
Llamé a mi madre para ver qué tal le iba en Paraguay con
mis tíos y ella me dijo que si me sentía rara que vaya al hospital. Cuando mi
QE regresó a casa por la tarde al final accedió a ir a la Urgencia del Hospital
Quirón para que me vieran. Se suponía que cumplía las 12 semanas de embarazo
ese fin de semana.
En la consulta de Urgencia intentaron hacer la ecografía
abdominal ya que con 12 semanas debería haber podido ser posible, pero luego de
buscar durante un rato sin ver nada decidieron hacerla vía vaginal. Allí ya
sabíamos que algo iba mal. Mi QE se puso pálido y tuvo que sentarse mientras la
doctora seguía buscando el latido del bebé… pero no había latido.
El bebé medía 8 + 4 semanas. El embarazo se había
detenido hacía unos días y el bebé empezó a perder tamaño. Se supone que quizás
pasó durante la semana 10. Había tenido un aborto retenido o aborto silencioso.
Mi marido reaccionó mal… yo no sabía cómo reaccionar.
Me quedé en blanco. Entumecida. La doctora nos dijo que la pérdida del embarazo
durante las primeras 12 semanas es muy frecuente y es hasta considerado algo
normal. Nos dijo que un 40-50% de embarazos no evoluciona y termina en el
primer trimestre. Nos dijo que ella recomendaba un legrado lo antes posible ya
que mi cuerpo aún no se había dado cuenta de que el bebé ya no estaba
evolucionando. Yo me seguía sintiendo embarazada, todos los síntomas seguían
estando allí: nauseas, dolor de pechos, etc.
La doctora nos dio los formularios de hospital para el
ingreso y legrado. Nos dijo que podíamos hacer en cualquier momento, esa misma
noche o al día siguiente.
Regresamos a casa y yo seguía sin reaccionar, es más mi
reacción a la noticia fue la de no reaccionar… Pensé sobre ello, traté de
racionalizarlo, trate de buscar razones o causas, pero la única razón exterior
que podía encontrar era todo el estrés por el que pasé durante las fiestas y
los primeros días del año debido a una persona de la familia. Sé que no es
posible echar culpas ya que hicimos todo lo que nos dijeron que debíamos hacer,
pero sólo puedo pensar que si no hubiera estado tan nerviosa debido a las
situaciones a las que nos sometió este familiar las cosas podrían haber sido
distintas.
Fuimos al hospital
temprano a la mañana siguiente. Me ingresaron a las 10am y me dieron unas
pastillas de cytotec para iniciar las contracciones. Al mediodía se iniciaron
las contracciones, primero ligeras y en una hora el dolor se hizo fuerte. A las
3:30pm me llevaron a la sala de operaciones y me administraron anestesia
general. Me desperté en la sala de recuperaciones en donde una doctora me dijo
que la operación fue bien y que removieron el saco entero y que no deberían
haber complicaciones.
Me llevaron de nuevo a la habitación y se suponía que me
darían el alta esa misma noche, pero sangraba mucho después del legrado por lo
que me dejaron en observación por una día más. A la noche del día siguiente
finalmente me dieron el alta con una prescripción de ibuprofeno para el dolor y
con una cita para chequeo el 23 de enero. Me dijeron que si la cantidad de
sangrado no disminuía en unos 3 días que debería volver al hospital.
Mi QE y mi hermano
estuvieron conmigo todo el fin de semana en el hospital. Como mi QE debía
volver a trabajar al lunes siguiente, mi hermano pidió tres días libres en el
trabajo para poder cuidarme ya que no confiaba en que me quedaría de reposo… me
conoce muy bien…
Nuestras familias sabían que había
pasado. La familia y algunos amigos nos mandaron mensajes de apoyo y querían
venir a verme, pero les dije que no. Les pedí, varias veces, que me dieran una semana sola para
recuperarme. No soy del tipo de persona al que le gusta dar pena, no me gusta
que se compadezcan de mí y sinceramente odio que me pregunten repetidamente si
estoy bien. Con que me pregunten una vez basta. Y claro que no estaba bien, era
evidente. Cuando estoy mal o nerviosa prefiero estar sola para recuperarme.
Mis amigos y mi familia lo entendieron y
me dejaron estar. Mi madre que estaba en Paraguay en ese momento quiso dejar
todo y volver a España pero le pedí que no lo hiciera y lo comprendió. Pero
hubo una persona que no quiso comprenderlo y me impuso su presencia y no me
gustó en absoluto.
Ese era un momento en el que yo necesitaba estar sola y era
un momento en el que la persona que importaba era yo, no esa persona. Eran mis
sentimientos no eran los suyos, así que esta persona, cuando vino a mi casa,
recibió un baño de mal humor de mi parte y sin filtros ni delicadezas le pedí
que se marchara.
No estaba de humor para tener que escuchar las penas y
circunstancias que esa persona pasaba esa semana, estaba harta de eso y de que
durante todo el tiempo que estuve embarazada esta persona se comportó como una
niñata en busca de atención, tratando de ser siempre ella el centro de la
atención y dando berrinches cuando no lo era. Así que pudo experimentar mi mal
humor sin filtros ni retenes… pero no me arrepiento de ello. No señor.
Escribí esto cuando habían pasado 5 días
desde que me hicieron el legrado( hoy es 17 de enero), y en esos 5 días solo
lloré una vez. Y lloré de frustración por culpa de esta persona que vino a mi
casa y no por lo que pasaba. Lloré porque estaba enojada y no porque estaba
triste, y sí que estaba triste.
Lloré porque esa tarde mi mejor amigo y
mi QE estaban hablando frente mío acerca del aborto y de la suerte que tuvimos
de que no haya sido más tarde, ya que todavía no era un bebé en condiciones y
que pronto lo superaríamos. Y esto fue la gota que colmó el vaso ese día. Yo
entiendo que fue mejor que fuera a las 12 semanas que a las 20 semanas, pero
daba igual ya que ese bebé era muy deseado y muy esperado y daba igual que
fueran 12 semanas o más la pérdida estaba allí.
Sé que mi amigo no trataba de lastimarme sino todo lo contrario, trataba de animarme, pero hay ciertas cosas que es mejor no decir. Hay palabras que duelen. Pero solo lloré una vez, y fue de frustración y enojo.
Ya me voy sintiendo mejor. Sigo
sangrando pero cada vez menos. Los calambres se pasan con un ibuprofeno. Sigo
teniendo problemas para dormir así que me han mandado unas pastillas para
dormir y ayudan. Ya no estoy triste pero sigo estando enojada. Sigo estando
enojada ya que a mi me criaron para ganar y esto se siente como un fracaso. Y
no estoy acostumbrada a fracasar. Soy muy mala perdedora. Sigo estando enojada.
El 23 de enero tenemos cita con la
ginecóloga para el control del legrado. En ese mismo día hubiéramos entrado en
nuestro segundo trimestre y era la fecha que habíamos elegido para hacer
pública nuestra alegría… pensábamos comprarle a Bilbo una camiseta que pusiera
“Hermano Mayor”, hacerle una foto y colgarla en Facebook, pero esto no va a
pasar por ahora. Una de las razones por la que estoy escribiendo esto ahora es
porque hay muchas mujeres que no hablan acerca de situaciones como esta y yo
soy una de ellas.
Creo que es peor para una mujer el saber
que puede quedarse embarazada y luego sufrir un aborto, que el saber a ciencia
cierta que no puedes quedarte embarazada, ya que si sabes que no es posible, es
más probable asumirlo y continuar. Sin embargo cuando sabes que puedes pero por
alguna razón no puedes llevarlo a término, es descorazonador. Es una montaña rusa
emocional, tus emociones están en lo alto cuando te enteras de que estás embarazada
y luego caes en picada cuando se acaba repentinamente. Es duro. Es duro para una pareja. Es duro emocional y físicamente. Y
después simplemente ya no eres la misma… te queda esa sensación de que algo
malo pasa y no sabes qué es.
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